Huele a lluvia.
Huele a vida creciendo en los rincones más húmedos
de cada persona.
Huele a paraguas de sentimientos,
abierto
como cuando florecemos
y todas las pesadillas quedan perdidas.
Huele a tu café frío.
Tuyo
porque no he visto a nadie
beber con tanta ternura.
Frío
porque olvidamos beber
para bebernos
bajo el llanto de todos los que se fueron.
Huele a prisas por cubrirnos de los malos tiempos,
de descubrir nuestros defectos
y amarlos,
aceptarlos,
querer convivir con ellos.
Momento de zapatos embarrados
y pelos alocados.
De labios corridos
y besos robados.
De jugar con la vida
como un niño
con los charcos.
Hasta en un día soleado,
huele a lluvia;
magia que he aprendido a amar
porque tú me has enseñado.
Huele a lluvia.
Y no puedo dejar de soñarte,
nariz contra ventana
admirando el resbalar de cada gota
y de sus vidas efímeras.
Tú respiras lluvia.
Mientras,
yo
no me canso de mirarte el
alma.