lunes, 24 de julio de 2017

Todo lo que fueron

Capitanes de las fantasías que viajaban por mi mente,

ladrones de besos sin arte;

Hércules, Ulises y hasta algún rey de los cielos,

dueños de cada paso hacia un futuro olvidado.

Buscadores de sonrisas

en cualquier pub de Marte,

o de un martes cualquiera.


Eran el comodín de toda esperanza,

el salvavidas de esta gata negra de ojos verdes

que una y otra vez,

vida tras vida,

esperaba en el callejón de los sueños rotos.


Se convertían

en compositores controladores de suspiros

y de latidos a ritmo inverso.

Eran principio y nunca final,

mar en calma,

tempestad.

Tinta y poema.

Mi escudo de papel

que se deshacía cuando la lluvia rompía bajo mis pestañas.

Eran, rara vez, domingo de manta y palomitas;

siempre viernes por la noche de cuero y pintalabios rojo.


Quisieron mis manías, mis manos, mi lencería.

Más David que el de Miguel Ángel. Más refugio que hogar.

Fuimos veranos fugaces

de adrenalina

y poco amor.


Nunca fuimos,

pero cometimos el error de pensar

que siempre

seríamos.



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